jueves, junio 25, 2009

Rubem Fonseca


Ya escribí en este blog una nota sobre El caso Morel, la primera novela que leí de Rubem Fonseca. Rescato ahora dos que publiqué anteriormente, una en la revista Caras, en agosto de 2001, y otra reciente, en El Sábado.

La Cofradía de los Espadas

Por Rubem Fonseca. Editorial Norma, Bogotá, 2001. 124 páginas.

La narrativa brasileña tiene grandes nombres como los de Machado de Assis, Joao Guimaraes Rosa y el más conocido de todos, Jorge Amado, que murió hace pocos días, el 6 de agosto. Pero, lamentablemente, Amado es el prácticamente el único presente en nuestras librerías. Lo mismo ocurre con Rubem Fonseca, otro gran escritor brasileño. Hace mucho que están agotadas sus novelas Pasado negro y El gran arte, editadas por Seix Barral; El cobrador, volumen de cuentos, editado por Bruguera; y por ahí quizá se puede encontrar Agosto, publicada por Norma.

Fonseca, que ya superó los 75 años, es abogado, especializado en derecho penal. De ahí viene, muy probablemente, lo que ha sido el sello característico de su obra, una genial reelaboración del género policial negro ambientado en su país, con las armas de la sequedad, la precisión y un inimitable estilo que pasa por encima de todo lugar común posible. Empezó a escribir tarde, a los 38 años, cuando ya había tenido la oportunidad de apreciar y palpar muy de cerca la feroz violencia que recorre los paisajes urbanos de Río de Janeiro, así como aquella derivada de las experiencias dictatoriales tan desgraciadamente frecuentes en América Latina. Ese sello se prolonga en tres cuentos de La Cofradía de los Espadas, donde el lector encontrará personajes familiares en la narrativa de Fonseca: asesinos a sueldo, asesinos en serie, asesinos que lucran con los cuerpos. Demás está decir que se trata de cuentos notables, que advierten y recogen matices inesperados. En este sentido, la narrativa de Fonseca se ha enriquecido y abre paso a otras vertientes, no sólo en aquellos cuentos, sino, sobre todo, en el resto del volumen. “La fiesta”, por ejemplo, es una feroz sátira a las costumbres y las normas de la alta burguesía brasileña; “AA” es un cuento que une dos líneas, una historia de amor y un cuento cómico, en una sola trama. Lo mejor que tiene es la gradación de los efectos: lo que se inicia como una historia potencialmente siniestra, que predispone al lector a un nuevo recuento de la maldad humana, deviene en una historia amable y divertida como pocas. El cuento que da título al volumen es breve y de un desatado humor negro. Una secreta cofradía de hombres unidos por su pasión por el ejercicio de la sexualidad descubre secretos inconfesables, pero también terribles, porque los segregan de la comunidad y los vuelve unos absolutos extraños. Y sólo dos páginas tiene el último, un breve poema que narra el encuentro de una pareja unida también por el apetito sexual: “Era un pacto de incendio,/Contra ese espacio de rutina gris entre/El nacimiento y la muerte que llaman/Vida.” Y la narración más extensa, que ocupa alrededor de un tercio del volumen, es también la más extraña. Es una especie de obra de teatro, estructurada en torno a la clasificación de los placeres que hace Sócrates. En realidad, se trata de su refutación, porque el filósofo ubica los placeres que acompañan el conocimiento y las sensaciones en quinto lugar; pero, para Fonseca, “el deseo es inagotable”, y eso rompe la jerarquía. Pero no es una especulación filosófica, sino una historia también muy divertida y rupturista, que propone una lectura absolutamente original de la imaginería en torno a los nombres de Romeo y Julieta. Así, aunque la forma empleada hace más difícil la entrada al texto, basta muy poco para entrar en el juego de Fonseca y abandonarse al placer de la lectura.

Agosto de 2001, Caras

Sábado 27 de Diciembre de 2008
Leer: El gran arte

Perdí un diente, dice Ada, la mujer del abogado conocido como Mandrake, protagonista de varias obras de Rubem Fonseca, y se pone a llorar. En realidad, lo que le ocurrió, precisamente por acompañar a Mandrake, es muchísimo más grave. “Parecía más pequeña y frágil, una vieja asustada”, piensa el abogado, antes de que ella decida abandonarlo, incapaz de lidiar con sus fantasmas.

Todo ello es un episodio más, y menor, incluso, en la vasta trama de El gran arte, la novela más extensa y ambiciosa de Fonseca. Publicada originalmente en 1983, tuvo una edición española, por Seix Barral, largamente agotada en las librerías; esta nueva edición, a cargo de una editorial chilena y con una nueva traducción (a ratos desconcertante, por la aparición de gruesos chilenismos donde uno menos lo espera), rescata con plena justicia una obra mayor de la narrativa latinoamericana del siglo XX, donde el gran fresco de la violencia que azota muchas ciudades de la región queda retratado a la perfección. La trata que soporta este retrato no sólo corresponde a la mejor tradición de la novela negra, con abogados y policías siguiendo un rastro jalonado de cadáveres; además, se sumerge en la densa trama social del Brasil, en la espesura de los privilegios, en la crueldad de las discriminaciones, en la soberbia de los poderosos, en la brutal iniquidad que condena a los débiles. La primera parte, “Percor” (por “perforar y cortar”, nombre de una división de la policía especializada en el uso de armas blancas), pone en escena a los personajes. Una cinta de video perdida va marcando un rastro de sangre −incluyendo las heridas de Mandrake y de Ada−, que en algún momento se cruza con una operación de contrabando de cocaína. La segunda, “Retrato de familia” amplía la mirada hacia la historia de una prominente familia de Río de Janeiro. Dos primos, especialmente, concentran el foco del narrador. Decadencia y perversidad parecen ir de la mano en esta crónica de época. La violencia desencadenada en la primera parte no se atenúa, aunque ocurre más distanciada, en la segunda, y casi siempre bajo las reglas del “gran arte”, el arte de escoger el cuchillo adecuado y darle el uso que corresponde para lograr la mayor efectividad posible en la tarea de matar rápido. Mandrake cita a un poeta griego: “Tengo un gran arte, hiero duramente a aquellos que me hieren”. La posible metáfora del poema se torna, en esta novela, en despiadado apego a la letra. El carismático Mandrake, entre sus puros, la afición a la buena comida y sobre todo a las mujeres, un adicto al sexo que resuelve con elegancia e ironía su vocación polígama, es el hilo conductor −y narrador de buena parte del libro− de una historia amplia y revulsiva, cruel y descarnada, implacable en su retrato de la miseria humana, magistral en su desarrollo.

Tajamar Editores, Santiago, 2008. 319 páginas.

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2 Comments:

Blogger David Pérez Vega said...

Hola:

estoy leyendo ahora "el cobrador" de Fonseca, editado en España por RBA. Llevo la mitad y me está entusiasmando. Por casualidad llegué a su blog y me agradó leer estas reseñas.
Saludos desde Madrid

martes, enero 26, 2010 3:23:00 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola qué tal:
Les recomiendo una novela del mismo que se llama (El Campeonato)escrita en 1976 es realmente muy buena y avanzada para su época:El Campeonato se trata de una campeionato de jovenes virgens el realmente surreal!
Y para los más eruditos recomiendo:(Memoriás Postumas De Braz Cubas,de Machado De Assis;La narración es en primera personal de un difunto que plantea su vida después de su muerte...,muy,pero muy bueno! Soraia

sábado, julio 31, 2010 10:02:00 p.m.  

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