Los fantasmas del masajista
Las editoriales pequeñas de Argentina tienen catálogos notables. Eterna Cadencia es librería y editorial, con pocas publicaciones hasta el momento, pero todas muy cuidadas. Entre ellas está esta novela o cuento largo o artefacto (incluye una larga sección de fotografías relacionadas con el texto) de Mario Bellatin, su más reciente producción, que probablemente aparecerá luego en otras editoriales españolas o mexicanas.
La novela tiene la textura de esas pesadillas que se resisten a abandonarnos en el tránsito desde el sueño a la vigilia, a pesar, o quizá debido a, la precisión del lenguaje y la apelación a elementos cotidianos y aparentemente normales. Bellatin compone la figura de un narrador a quien le falta el antebrazo, igual que a él, y que acude, en cada visita a Brasil, a una clínica especializada en mutilados. Hay un masajista especialmente hábil para tratar los nudos musculares que se le forman debido a su falta de antebrazo, masajista que también es el favorito de una mujer que recientemente ha perdido una pierna y siente dolores atroces allí donde ya no hay nada. Un día, el narrador advierte que el masajista ha adelgazado de manera considerable. A partir de ahí comienza de verdad la novela: ha muerto la madre del terapeuta y el hijo murmura, al oído del narrador, la historia de su madre, una artista del arte de la declamación. De poesía, claro, pero también, y de ahí su éxito, de canciones populares. Y en ese punto también la novela entra en una deriva que se aproxima a los sueños, a ese flujo de hechos que parece normal pero que obedece a una lógica imposible de aceptar desde la vigilia. Bellatin interroga los límites y, así como una mujer siente dolores en partes del cuerpo que no existen, así también otros personajes pretenden estirar las fronteras de la vida. La novela es perturbadora y extraña, pero quizá también una de las más felices de Bellatin. Las fotografías de las páginas finales componen un relato paralelo, donde lasupuesta ilustración de las escenas es en realidad otra manera de leer desde el sueño, desde el descentramiento de lo real, una historia que se ancla en la memoria y ahí se queda, fina y angustiante.
La novela tiene la textura de esas pesadillas que se resisten a abandonarnos en el tránsito desde el sueño a la vigilia, a pesar, o quizá debido a, la precisión del lenguaje y la apelación a elementos cotidianos y aparentemente normales. Bellatin compone la figura de un narrador a quien le falta el antebrazo, igual que a él, y que acude, en cada visita a Brasil, a una clínica especializada en mutilados. Hay un masajista especialmente hábil para tratar los nudos musculares que se le forman debido a su falta de antebrazo, masajista que también es el favorito de una mujer que recientemente ha perdido una pierna y siente dolores atroces allí donde ya no hay nada. Un día, el narrador advierte que el masajista ha adelgazado de manera considerable. A partir de ahí comienza de verdad la novela: ha muerto la madre del terapeuta y el hijo murmura, al oído del narrador, la historia de su madre, una artista del arte de la declamación. De poesía, claro, pero también, y de ahí su éxito, de canciones populares. Y en ese punto también la novela entra en una deriva que se aproxima a los sueños, a ese flujo de hechos que parece normal pero que obedece a una lógica imposible de aceptar desde la vigilia. Bellatin interroga los límites y, así como una mujer siente dolores en partes del cuerpo que no existen, así también otros personajes pretenden estirar las fronteras de la vida. La novela es perturbadora y extraña, pero quizá también una de las más felices de Bellatin. Las fotografías de las páginas finales componen un relato paralelo, donde lasupuesta ilustración de las escenas es en realidad otra manera de leer desde el sueño, desde el descentramiento de lo real, una historia que se ancla en la memoria y ahí se queda, fina y angustiante.
Etiquetas: lecturas porteñas, narrativa latinoamericana
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