miércoles, octubre 17, 2007

Postales del Imperio, 1: Sir Richard Burton

Somalía:

Los nativos del país son esencialmente comerciantes, que se han sumido en la barbarie por su situación política -la burda igualdad de los hotentotes-, pero parecen poseer cualidades suficientes para una regeneración moral. Como súbditos ofrecen un favorable contraste respecto a sus parientes los árabes del Yemen, una raza tan indómita como los lobos que, invadida por los abisinios, persas, egipcios y turcos, ha conservado siempre un inquebrantable espíritu de libertad y ha conseguido quebrar siempre el yugo de la dominación extranjera.

Árabes:

Durante media generación hemos sido amos y señores de Aden, llenando la zona sur de Arabia con nuestros calicós y nuestras rupias. Sin embargo, ¿cuál es allí el actual estado de cosas? Los beduinos nos desafían a abandonar el parapeto de nuestras pétreas murallas y luchar como hombres en el llano, los protegidos de los británicos son asesinados dentro del radio de alcance de nuestras armas, nuestros pueblos aliados han sido quemadosa escasa distancia de Aden, nuestros desentores sonn bienvenidos, nuestros delincuentes y fugitivos reciben protección, se nos corta el suministro con demasiada frecuencia, la guarnición ha sido reducida a una lamentable condición por obra de un bandido semidesnudo -el perverso Bhagi, que asesinó a sangre fría al capitán Mylne, sigue deambulando sin castigo por las montañas-, los insultos más ofensivos son la única respuesta que hemos escuchado a nuestras propuestas de paz, la bandera inglesa ha sido mancillada impunemente, nuestras naves habían recibido órdenes de no actuar si no era en defensa propia, y nuestra renuncia a atacar fue interpretada como simple cobardía. Así es, y así será siempre, el carácter árabe.

La paz indeseable:

"La paz -afirma un sabio moderno- es el sueño de los sabios; la guerra es la historia del hombre". Abandonarse a tales sueños denota un escaso sentido de la realidad. No fue su "política de paz" la que dio a los portugueses unas posesiones litorales que se extendían del lago Non a Macao. Tampoco fueron designios pacíficos los que ayudaron a los antiguos otomanos a alzarse victoriosos en los desiertos de Tartaria y de ahí viajar a Aden, Delhi, Argelia y las mismas puertas de Viena (...). El filántropo y el economista político quizá abriguen la esperanza, al protestar contra la expansión territorial, al abogar por una frontera compacta, al abandonar las colonias y buscar el "equilibrio", de que mantengamos nuestro merecido puesto entre las grandes naciones del mundo. ¡Nunca! Los hechos históricos nos hacen llegar a inalterables conclusiones: las razas progresan o retroceden, se enriquecen o caen en el olvido: los hijos del Tiempo, al igual que su padre, deben permanecer en constante movimiento".

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