miércoles, octubre 03, 2007

Mujeres en guerra, 3: Liana Millu


Liana Millu nació en 1914 en Pisa, Italia, en el seno de una familia judía. Se dedicó al periodismo, pero poco pudo ejercer, tanto por su condición de judía como por su oposición al régimen fascista. En 1943 se incorporó a la Resistencia. Arrestada por la Gestapo en marzo de 1944, fue deportada al complejo de Auschwitz-Birkenau, en el sur de Polonia, sobre la margen del río Vístula. Tuvo la fortuna de ser trasladada, luego de algunas semanas, al campo de Ravensbrück, en Alemania, y luego a Stettin, en el noroeste de Polonia, a trabajar en una fábrica de armamentos.

Sobrevivió al terrible recorrido, del cual hubo un lugar que le dejó la marca más indeleble. En 1947 publicó El humo de Birkenau, seis relatos que Primo Levi, también sobreviviente de Auschwitz, describió en el prólogo co
mo "el más conmovedor de los testimonios italianos" sobre la experiencia del lager, campo de concentración o -en el caso de Auschwitz-Birkenau- campo de exterminio.

Levi cierra así su texto:
De cada uno de estos itinerarios humanos en un mundo inhumano surge un aura de tristeza lírica, incontaminada por la cólera o el lamento desgarrado, de dolorosa sabiduría mundana, que demuestra que la autora no sufrió en vano.
De manera algo oblicua, Levi enlaza aquí con su propio testimonio, contenido en la ejemplar Trilogía de Auschwitz. El primer libro, Si esto es un hombre..., apareció por primera vez en 1947, el mismo año en que Millu publicó el suyo; y en un epílogo añadido en 1976, el químico italiano atribuyó señaló que, en alguna medida, había podido escribirlo gracias a
la voluntad no sólo de sobrevivir, común a todos, sino de sobrevivir con el fin preciso de relatar las cosas a las que habíamos asistido y que habíamos soportado.
La voluntad de ser testigo, de dar testimonio, de no haber sufrido en vano, es la clave de lectura para la narrativa testimonial sobre el Holocausto y el lager. El registro de Millu, empero, es más demoledor que las páginas
de Levi. En ambos hay distancia, en ambos hay una ausencia de rencor que torna más punzante y terrible su testimonio; pero, mientras Levi traza una crónica lineal de su experiencia en el campo, Millu elige seis momentos, seis historias, seis vidas que se truncan, seis tragedias que cortan la respiración y que devuelven, casi por necesidad, a tratar de completar la interrogante de Levi: si esto es un hombre, ¿qué es, en qué consiste y dónde termina la condición humana?


Vista aérea del complejo de Auschwitz-Birkenau. Levi estuvo en Auschwitz 1, al costado superior derecho de la fotografía; Millu, en la parte sur de Birkenau, en los pabellones vecinos a los hornos crematorios.

Es que estas historias sobrecogen porque, detrás de cada personaje que desaparece arrastrado por la fría rutina del exterminio masivo, se adivinan cientos, miles, millones de tragedias individuales; cada muerta, cada muerto, portaba una carga de esperanzas y el legítimo anhelo de vivir. En los tableros de madera del lager, en la
s filas para recibir el aguachirle de nabos que semejaba el almuerzo, había espacio para la ilusión, la esperanza y la afirmación de la vida; pero, tal como lo muestra de manera tan atrozmente eficaz Liana Millu, el sentido del campo era, precisamente, truncar toda esperanza, matar toda vida, hasta que el humo de los crematorios terminara de esparcir su amargo tufo.
Y todo era sólo humo. Humo sobre los campos de concentración, la ciudad y el burdel; humo sobre la maldad y la inocencia, la sabiduría y las locuras, la muerte y la vida.
Quizá la historia más terrible es La clandestina. Reasignada a una nueva función, Liana conoce a Maria, judía alemana que también lleva poco tiempo en el campo, que guarda un secreto amparado en la loca esperanza de que pronto llegará el fin de la guerra: espera un hijo. A mujeres en esas condiciones, las hacían abortar antes del ingreso al campo; si el embarazo estaba muy avanzado, la mujer pasaba directo al crematorio. Maria lo ocultó y, tras meses de fajarse el vientre, ya no puede seguir ocultándolo.

Una noche celebran una fiesta judía en el barracón. Cuando vuelven a sus sitios, Liana y Maria se asoman por uno de los estrechos ventanucos de la pared:
Vimos el cielo nocturno rojo y resplandeciente debido a las enormes llamas que se elevaban sin interrupción de las torres de los crematorios y rodeaban el campo entero con una alta corona de fuego, visible desde las casas de Auschwitz, desde las casas de los campesinos, desde los poblados más lejanos.

"Esta noche sí que queman en Birkenau", comentaría tal vez aquella gente.
Lo cierto es que, al otro día, se acelera, para Maria, el reloj de la tragedia. Es descubierta; a partir de ese momento, para evitar escándalos, cumplirá tareas en el barracón, pero es, simplemente, una manera de disminuir sus fuerzas con mayor rapidez. Sin embargo, cuando llega el momento, hasta las más duras guardianas asisten a la parturienta, de noche, a la luz de las velas, y el milagro de la vida aún en esas condiciones de inhumanidad las vuelve, por un momento, a vidas anteriores y, sobre todo, a la esperanza en el futuro, al dicho que se repite con insensata fe: "El año que viene, la libertad". El resto es previsible, pero no por ello menos demoledor.

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1 Comments:

Blogger nadie said...

dios mío que conmovedor, me pregunto si tendré la valentía de leerla.

pensaba a propósito, que la industria hollywoodense ha convertido la tragedia judía en una herramienta para atraer espectadores, lo que termina por hacernos creer que la de este pueblo, es una historia demasiado contada. Sin embargo, con un par de vueltas, se da cuenta uno, que está en la más completa -e indolente- de las ignorancias.

miércoles, octubre 03, 2007 2:25:00 p.m.  

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