lunes, mayo 14, 2007

Canaris

1. Canaris y Chile. Es llamativo que el almirante Wilhelm Canaris -personaje misterioso, cuya fama como jefe de los espías del Tercer Reich trascendió largamente su época- no esté incorporado al panteón místico-revisionista que con tanto entusiasmo ha cultivado Miguel Serrano, mausoleo que ha recibido, en los últimos años, más de una reverente visita desde el territorio de la ficción made in Chile.

Es llamativo porque el almirante tuvo una larga relación con Chile, según lo documenta Richard Basset en El enigma del almirante Canaris. Historia del jefe de los espías de Hitler. Navegó por estas costas. Hizo ejercicios navales en Tierra del Fuego y Chiloé. A bordo del Dresden, jugó al escondite en el Pacífico Sur, durante varios meses, con la flota imperial inglesa en 1916. El Dresden fue el único navío alemán que sobrevivió a la catastrófica derrota teutona en las Falkland, a fines del año anterior; y cuando finalmente fue atrapado frente a las costas de Juan Fernández, una última y habilidosa jugada del subteniente Canaris, oficial de inteligencia a bordo, permitió que la tripulación desembarcara y hundiera su barco, impidiendo así a los ingleses darse el gusto de cañonearlo a discreción (buscando fotos del Dresden, di con el sitio web de la comuna de Juan Fernández, donde hay una versión de la historia bastante distinta a la de Bassett). En premio a su desempeño fue el primer oficial autorizado huir del archipiélago chileno, donde se suponía que toda la tripulación del Dresden debía permanecer internada hasta el fin de la guerra. Demás está decir que la fuga de Canaris (y, luego, de casi toda la tripulación) contó con el decidido apoyo de los anfitriones.

Canaris, con el curioso seudónimo de Reed Rosas, “un melancólico viudo chileno”, cruzó la cordillera y se embarcó hacia Europa en Buenos Aires. Fue destacado a España, país donde organizó eficazmente la red de apoyo y abastecimiento a los submarinos alemanes. Descubierto en el juego del espionaje, estuvo a punto de ser atrapado cuando huía de España a bordo de un submarino, pero logró regresar a su país.

Cuando ya era jefe del Abwehr, el servicio de inteligencia exterior de Alemania, mantuvo una relación cercana con el agregado naval chileno destacado en Berlín, Alfredo Hoffmann, a quien prestó un gran servicio. En agradecimiento, “todos los datos de relevancia que supo Hoffmann en sus tareas de inteligencia fueron comunicados asimismo a la Abwehr”. Es difícil, sumamente difícil, que Alfredo Hoffmann haya tenido algo que ver con la creación del personaje de Carlos Ramírez Hoffmann, el infame Ramírez Hoffmann, en La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño. Mal que mal, el apellido de marras es bastante común en Chile. Pero vaya uno a saber. En el listado de documentación privada que abre la bibliografía selecta del libro de Bassett, están los Archivos de Hoffmann (Chile). Según el muy poco confiable Víctor Farías, Alfredo Hoffmann figuraba en "una 'lista negra' de los oficiales antinazis" en las fuerzas armadas chilenas, elaborada por la Abwehr, que cumplía una función orientadora "en sentido defensivo". Si lo que asegura Bassett es cierto, o al menos apunta en la dirección correcta, es bien probable que la lista de Farías no haya sido precisamente negra.

2. Canaris y los nazis. La ausencia de Canaris del panteón mítico mágico energético de la Patagonia chilena puede explicarse, claro, cuando se precisa que Canaris no fue nazi. Desde el comienzo de su desempeño como jefe de la Abwehr siguió el doble juego de fortalecer su servicio, haciéndolo el más eficiente en las tareas de espionaje, y de socavar, paralelamente, el esfuerzo bélico del Reich.

La tesis de Richard Bassett es que el almirante desempeñó un papel crucial en los intentos de derrocar al régimen nazi, que estuvieron más cerca del éxito en 1938 que incluso en 1944, cuando el azar libró a Hitler de los mortíferos efectos de la bomba colocada por von Stauffenberg en Rastenburg, Prusia Oriental, desde donde el führer dirigía el curso de la guerra (o lo que de él podía dirigir a esas alturas); y más todavía en las gestiones -siempre secretas, a contrapelo, en juegos dobles y hasta triples- para negociar la paz, intentos que se prolongaron hasta bien entrado el año 1943.

Su postura le salió cara. A comienzos de 1944, la Abwehr fue intervenida y Canaris pasó a retiro. No participó ni de lejos en el atentado de Stauffenberg, aunque sabía del intento y fue rápidamente informado del fracaso; pero era un sospechoso ejemplar y, como tal, fue rápidamente encarcelado. En abril del año siguiente, cuando la caída de Berlín era inminente, Canaris y otros prominentes opositores fueron ahorcados, para evitar que cayeran en manos de los aliados.

3. Canaris y las negociaciones de paz. Bassett sostiene que los esfuerzos para negociar la paz fueron mucho más sostenidos y firmes que lo que indica la historia oficial. También desmiente categóricamente la tesis de que, de haberlo querido realmente, la oposición a Hitler lo habría desbancado con facilidad.

Entre ambas interpretaciones, el autor busca una línea propia que contribuya a una labor de suyo difícil: develar la vida de un espía ejemplar. La censura -aún- sobre material confidencial dificulta conocer el mapa completo, aunque queda claro que hubo, siempre, intentos. Cuán cerca estuvieron de concretarse, es harina de otro costal. En su empeño por resaltar la figura de Canaris, Bassett parece caer, a veces, en la exageración opuesta.

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1 Comments:

Blogger nadie said...

nunca había tenido tanto éxito al solicitar una actualización, nunca.

lunes, mayo 14, 2007 11:41:00 p.m.  

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