domingo, marzo 18, 2007

Tormenta de mierda

Recupero en esta entrada el título original de Nocturno de Chile, dato no siempre recordado y que bien puede servir para devolver una mirada más fresca sobre esa novela y sobre el momento en que fue escrita. Tanto la reseña que escribí en su momento, que copio más abajo, como en la entrevista linkeada más arriba, tienen una marca coyuntural muy fuerte, la disputa que Bolaño ya sostenía con el gremio criollo y que se vio acentuada con este texto. Sigo pensando que Nocturno de Chile es una excelente novela. Quizá "de cámara", como dijo Bolaño; quizá menor, al lado de Los detectives salvajes y 2666; pero, sin duda, extrañamente iluminadora, parte importante de lo que podría llamarse el "ciclo chileno" en su narrativa, hecho más de obras breves -novelas, cuentos y un poema largo, extraordinario, que bien podría haber sido también una novela-río de cientos de páginas- que de una gran novela en torno a la cual giran precuelas, secuelas y extensiones varias. La pronta llegada a Chile de dos libros póstumos del autor permitirá finalmente completar el mapa de un proyecto literario que, aunque trunco, sigue siendo el más provocador y estimulante de la narrativa chilena en muchas décadas.

Nocturno de Chile

Por Roberto Bolaño. Editorial Anagrama, Barcelona, 2000. 150 páginas.

Si alguien piensa todavía que Roberto Bolaño es más mexicano o más español que chileno, esta novela debería convencerlo de lo contrario. Porque Nocturno de Chile es tan o más local que Estrella distante, única entre sus obras anteriores situada en nuestro país. Y lo es más no sólo por el título, sino porque constituye una contundente y precisa mirada sobre el último medio siglo de la historia de Chile, entre 1950 y 2000.

Para no arriesgar querellas, Bolaño ha preferido dejar al lector la tarea de adivinar algo extraordinariamente fácil, es decir, quiénes son los críticos literarios que en la novela adoptan los nombres de Farewell y Sebastián Urrutia Lacroix. Para evitar querellas también, aquí se seguirá la misma práctica. Sin embargo, es precisa otra obvia aclaración. Se trata de una novela y, por lo tanto, su compromiso con la verdad histórica opera a otro nivel. No se le puede pedir exactitud respecto de hechos reales, sino capacidad reveladora. Por lo mismo, los personajes, sea Farewell, el general Pinochet o los señores Oido y Odeim (que hay que leer al revés para enterarse inmediatamente del ominoso sentido de aquellos nombres, o esperar su aparición en la trama para advertir lo mismo), son personajes, creados por el autor y sujetos a las leyes de la ficción. Porque, además, no se trata de una novela histórica, sino de una obra que dialoga con la historia, la interpreta y la revela como sólo es capaz de hacerlo la ficción, tan frecuentemente más verdadera que la mera relación de hechos.

El protagonista es el mencionado Sebastián Urrutia Lacroix, sacerdote del Opus Dei y crítico literario de un importante diario de Santiago de Chile, con el seudónimo de H. Ibacache, el cura Ibacache. Agoniza en el amanecer del año 2000 y en su largo insomnio recuerda, recuerda y narra su vida desde que conoció a Farewell, otro crítico famosísimo, cuando recién salía del seminario, hasta la segunda llegada de un Presidente socialista al Palacio de la Moneda. En el camino, Urrutia Lacroix viaja al sur, al fundo de Farewell, donde comparte con Neruda; enumera a los autores que leyó y comentó; cuenta historias como la de Salvador Reyes, Ernst Jünger y un pintor guatemalteco agonizante de hambre en el París ocupado por los nazis, o la del zapatero que construyó un mausoleo en la Colina de los Héroes, en Europa; viaja por ese continente y aprende que los curas europeos son expertos en el arte de la cetrería, porque los halcones son el mejor método para exterminar a las palomas que se cagan en las iglesias; vuelve a Chile y estudia incansablemente a los griegos mientras Salvador Allende gobierna el país; le hace clases de marxismo al general Pinochet y al resto de la junta militar; y es testigo de las tertulias literarias que se celebraban en cierta casa de Lo Curro, en cuyo sótano se torturaba a prisioneros, cosa de la que Urrutia Lacroix se entera mucho más tarde.

¿Qué concluye el cura Ibacache? Que "Chile entero se había convertido en el árbol de Judas, un árbol sin hojas, aparentemente muerto, pero bien enraizado todavía en la tierra negra, nuestra fértil tierra negra en donde los gusanos miden cuarenta centímetros".

Nocturno de Chile se compone de dos párrafos. Uno cubre la casi totalidad de la novela; el otro es la línea final. Ambos textos, pese a su tan diferente dimensión, se potencian mutuamente y arrojan luz el uno sobre el otro. Y a partir de ese juego, del monólogo interminable de Urrutia Lacroix y la escueta frase que cierra el texto (muy exigente desde el punto de vista del estilo, que mantiene la tensión sin punto aparte alguno durante casi todo el libro), se desprende otra lectura de la historia, otra manera de entender o de explicar qué nos pasó y por qué los hechos ocurrieron como ocurrieron.

Etiquetas: ,

3 Comments:

Blogger león herbívoro said...

Leí Nocturno de Chile hace algunos años, cuando estaba trabajando free lance para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Un trabajo bastante soso, relativamente aburrido, cargado bajas responsabilidades y muchos tiempos muertos. Perfecto para un estudiante universitario en busca de unas monedas para el verano.

Una noche antes de caer muerto en la cama -este rutinario trabajito era soso pero me ocupaba muchas horas- tomé un librito gris que había robado de una librería un día antes. Era Nocturno de Chile.

Unos días antes de ésta afiebrada noche de lectura, me había cruzado con un escritor argentino -de pura casualidad,a quién no volví a ver nunca- que tenía una publica relación con Bolaño. Entonces le pregunté por qué libro empezar y él me respondió, sentencioso: "Por Estrella distante, es perfecta". Pero cuando entré a la librería y ví la sección de Anagrama, solo Nocturno estaba a mano. Lo tomé, saludé cordialmente a la vendedora y salí al ruedo, al trabajo.

Al empezar a leer el texto no pude parar un segundo, lo leí demasiado repido... al terminarlo, paré unos minutos, me preparé un café y arranqué otra vez. Fue literalmente una tormenta de mierda: la más dulce, la más afiebrada.

Al otro día llegué tarde al trabajo. Necesitaba leer la Estrella distante. Roberto Bolaño es un vicio del que todavía no puedo fugarme.

Saludos y perdón por la catársis.

sábado, marzo 24, 2007 4:49:00 a.m.  
Blogger nadie said...

que lindo que vuelva a su origen bolañísimo

miércoles, marzo 28, 2007 12:44:00 a.m.  
Blogger Gonzalo B said...

¡Resucitó este blog!

Nocturno de Chile también fue el primer libro que leí de Bolaño. La recreación de las tertulias literarias en la casa del ater ego de Mariana Callejas es siniestra. Me acuerdo que cuando tenía algo así como 14 años participé en un taller literario dirigido por Hernán Poblete Varas (en un cuento me escribió "tienes pasta de escritor" pero curiosamente nunca más he vuelto a escribir cuentos). Don Hernán nos leyó un relato de la Callejas pero sin revelarnos su autor hasta el final, supongo que por miedo a que se produjera lo que de todas formas ocurrió: que el resto de la sesión fuera una pelea entre quienes decían que los actos de la autora no debieran incidir en la apreciación de su obra y los que argumentaban lo contrario. Desde entonces siempre he querido leer algo más que haya escrito esta señora. No me acuerdo si su cuento era bueno y las opiniones que me han dado sobre sus otros relatos es mixta.

Perdón por el paréntesis. Qué oportuna la reseña de Bolaño. En Estados Unidos acaban de lanzar "Los Detectives Salvajes" y de a poco comienzan a aparecer las críticas entusiastas como ésta:

http://www.newyorker.com/arts/critics/atlarge/2007/03/26/070326crat_atlarge_zalewski

sábado, marzo 31, 2007 2:57:00 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home