sábado, junio 02, 2007

Blade Runner, Savater y la crítica


En junio de 1988, la editorial Tusquets publicó Blade Runner, una selección de críticas y ensayos sobre la película homónima, dirigida por Ridley Scott y estrenada seis años antes (el link corresponde a una edición posterior, en otra colección). Un par de meses después, cuando el libro llegó a Chile, escribí un artículo sobre él en la revista APSI. Digo artículo porque era bastante más que una reseña; eran otros tiempos, otros estilos, y todavía un libro podía merecer el lujo de dos páginas en una publicación semanal.

Este año se cumplen 25 años desde el estreno de la película, efeméride que sin duda dará lugar a una nueva ola de comentarios y discusiones acerca de su influencia en el género del cine de ciencia ficción y sobre cuál es mejor, si la versión de 1982 o el "director's cut" que apareció en dvd y que -creo- es la única disponible en el comercio establecido, que en internet seguramente están las dos y muchas más.

No tengo el texto que escribí en esa oportunidad y no es mi intención tampoco entrar a la discusión de cinéfilos sobre Blade Runner; sólo puedo decir que me gustó muchísimo y que he vuelto a verla con placer. Pero, en la lectura del libro, lo más estimulante para mí fue totalmente inesperado: la ácida mirada de Fernando Savater sobre la crítica de cine y sobre los críticos en general. Fue toda una lección de humildad. Yo llevaba poco tiempo escribiendo sobre libros y, a partir del texto de Savater, tuve que afrontar la posibilidad cierta de que, así como yo podía estar en total desacuerdo con colegas de la crítica de libros y de cine, también yo podía ser un guía al contrario, como dice el filósofo español. Transcribo aquí los párrafos más sabrosos de Savater sobre la crítica.
El gusto del espectador teatral o cinematográfico, del lector, del aficionado a las artes plásticas, etc., no debe ser formado por el crítico, sino a pesar del crítico y contra el crítico. Cualquier persona sensata sabe que un crítico no es más que otro mirón, aunque con posibilidad de escribir y por tanto obligación de dogmatizar su peculiarísimo gusto. Leer críticas de artes y espectáculos es una afición divertida por la misma razón que hay quien se divierte leyendo horóscopos: porque no existe obligación racional ninguna de hacerles caso.

El buen gusto es algo frágil y cuestionable, pero el malo se presenta de manera inequívoca, vigorosa y constante. Un crítico que ha revelado buen gusto en dos o tres ocasiones puede siempre fallar a la próxima, por lo que sus dictámenes deben ser acogidos cada vez con recelo; pero quien ya ha probado su mal gusto -es decir, quien se empeña en recomendarme lo que no puede gustarme y prohibirme lo que me gusta- es un guía fiel, aunque al contrario. En cuanto tengo localizado a uno de esos turbios adivinos lo aprovecho sin escrúpulo: cada una de sus fobias se me convierte en recomendación y cada una de sus recomendaciones me hace poner pies en polvorosa. Les debo hallazgos inolvidables y milagrosas escapadas.

En cuestión cinematográfica tengo la suerte de que la mayoría de los críticos oficiales tienen un gusto detestable, es decir, para nada coincidente con el mío. Les pongo cabeza abajo, como Marx
quería hacer con Hegel, y me sirven muy donosamente como brújula. Gracias a ellos he disfrutado joyas denostadas como El nombre de la rosa (cuanto más semianalfabeto era el censor, tanto más seriamente afirmaba que 'la novela es mucho mejor'), Los intocables, E la nave va..., mientras evité con hábil escorzo ensalzados bodrios como Masacre o Novecento. El mayor regalo, empero, obtenido por este sencillo sistema fue la milagrosa Blade Runner, uno de los mayores esfuerzos metafísicos del cine actual. Como la metafísica a la que me refiero no es la tópica concentración ceñuda del estreñido esforzándose por producir lo que le sobra (según la conocida imagen del Pensador de Rodin), sino la reflexión vivaz y melancólica de la rosa del presente en la cruz del porvenir, fue de inmediato tachada de "efectista" (insulto tan cruel como llamarla "cinematográfica", pues no hay película que no lo sea), "deslavazada", "pretenciosa", y -crimen de crímenes- "superficial. El cine americano ya no es lo que era, comentó algún sesudo sabio que hace veinte años llamaba fascista John Ford y "codicioso artesano" a Hitchcock. Bueno, al menos él sí sigue siendo lo que era: un solemne imbécil.
Creo que Savater le carga la mata a los críticos y procede por la vía de la exageración para mejor demostrar su punto, con el que estoy de acuerdo: el gusto se forma a pesar de los otros. Espero que no se interprete lo antes dicho como una defensa corporativa. Nada más detestable que el gremialismo, en mi opinión, en cualquiera de sus sentidos o encarnaciones. Mi mayor objeción se refiere a la frase donde afirma que la posibilidad de escribir implica la obligación de dogmatizar el propio gusto. Una cosa es querer contribuir a la formación de un canon literario desde una amplia experiencia de lectura y otra muy distinta erigirse en el Júpiter tonante que fulmina con sus rayos a los malos escritores y eleva al Olimpo a los buenos. El dogmatismo es casi tan cargante como el gremialismo.

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3 Comments:

Blogger Marcos Arcaya Pizarro said...

me gustan mucho el libro y la película.

sábado, junio 23, 2007 2:16:00 p.m.  
Blogger Villalobos said...

Rodrigo:

Hola, hola, big fan, first post.
Sólo una cosa corta: este año se lanza un mega-super DVD de Blade Runner que trae tres versiones, la del 82, la "del director" y una nueva que Scott editó y que nadie ha visto. Pero se sabe que refilmó una escena con una de las actrices originales.

jueves, junio 28, 2007 5:22:00 p.m.  
Blogger Marcos Arcaya Pizarro said...

hola. mi plan era hacer algo más acabado con blade runner, pero bueno, el espacio y el tiempo me pillaba. apenas me refiero a la película en una nota.

http://letras.s5.com/rb291007.html

jueves, noviembre 22, 2007 8:49:00 p.m.  

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