jueves, septiembre 03, 2009

Anatomía de un instante, de Javier Cercas


Hay una suerte de urgencia en la introducción de este libro, llamada “Epílogo de una novela”: una escritura afiebrada e impaciente, apresurada por contar la historia del fracaso de un libro de ficción y la emergencia, en su lugar, de una crónica histórica. Una urgencia llamativa en un texto extenso –13 páginas de apretada letra–, porque no termina de justificar ni su función ni el sentido del libro completo. Cosa, esta última, totalmente innecesaria, al menos en un prólogo: el libro completo debe sostenerse por sí mismo y el lector juzgará al final de su lectura, pero a eso pareciera apuntar Javier Cercas en esta prolongada y acelerada entrada, como si lo más importante fuera explicar por qué él, un novelista de pura estirpe, se vio obligado a renunciar a la ficción. Es que quizá esa renuncia no es tal. O no es sólo de este libro. Cercas tuvo su más resonante éxito con una novela sin duda magnífica, Soldados de Salamina, cuya deuda con la historia y la crónica es enorme. De hecho, la varita mágica de la ficción apenas roza, en algunos casos, las identidades del lado de acá de varios de los personajes, mientras que otros son restituidos sin más como personajes históricos. Aquí puede estar la llave para entender mejor a Cercas y sus justificaciones: aquel sonado éxito despertó al fantasma de convertirse en el autor de una sola obra –o, como diría un melómano anglosajón, un one-hit wonder–, y la obligación de conjurarlo pasa no sólo por la búsqueda de asestar un nuevo golpe a la cátedra, sino también por desterrarlo de su cabeza, y la imposibilidad de novelar el golpe del 23 de febrero muestra que aún está lejos de lograrlo.

Y Anatomía de un instante, justo es reconocerlo, es un excelente libro, un análisis riguroso y detallado hasta el extremo de un suceso que sirve a Cercas para entregar un punto de vista más amplio sobre la transición a la democracia en España y un perfil de sus principales protagonistas. El texto está construido a partir de las imágenes de la televisión en la toma del Congreso; el autor sigue a los personajes principales, los tres que no acataron la orden militar de tirarse al suelo: Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, y en cada capítulo da un avance más en la crónica del frustrado golpe. Su estilo, plagado de reiteraciones y de juegos con paralelismos, similitudes y diferencias, puede ser agotador si el lector se detiene a analizarlo: mejor es pasar por alto esas frases que vuelven una y otra vez, esas palabras que a ratos parecen muletillas, esos circunloquios interminables, y concentrarse en lo sustancial de un relato preciso y angustiante cuyos paralelos con la transición chilena son, a ratos, sobrecogedores.

El Sábado, 15 de agosto de 2009